Eugenesia: el gran debate


QUÉ ES LA EUGENESIA

La palabra “eugenesia” fue usada por primera por Galton en 1883 en su libro Investigaciones sobre las facultades humanas y su desarrollo. Eugenesia significaba “buen linaje”, idea constante que presentaba esta autor por la preocupación de lo que podría ocurrirle a la raza humana si dejaba al azar el proceso de selección natural.

Sin embargo en 1904 retocó su definición de “eugenesia”: «la ciencia que trata sobre todas las influencias que mejoran las cualidades innatas de una raza, y también con aquellas que las desarrollan hasta la mayor ventaja.»

 ¿Qué es lo que se nos viene a la cabeza cuando hablamos de "eugenesia"? ¿Para qué nos serviría? ¿Cuáles serían sus consecuencias? ¿Dónde está el límite?


 



A continuación me dispongo a exponer algunas cuestiones sobre el debate bioético que presenta la eugenesia. Algunas ideas han sido extraídas de un escrito llamado "Why not the best?" (no lo he podido encontrar online, por eso no he puesto ningún enlace directo a éste).





TENER LOS MEJORES HIJOS POSIBLES

Partamos de la siguiente hipótesis: si cualquier padre quiere que su hijo sea lo mejor que pueda ser, entonces ¿por qué no deberían tener la libertad de utilizar las técnicas de intervención genética para producir la mejor progenie posible.
Pero generalmente la gente tiene una fuerte indignación eugenésica por sus posibles consecuencias como el aborto selectivo o la devaluación de personas discapacitadas. No obstante, no hay nada más natural que los padres busquen lo mejor para sus hijos. Por ejemplo, si los padres deciden la dieta de sus hijos, esto podría considerarse una negligencia en caso extremo. Otro quieren que sus hijos hagan deporte y los exponen a riesgo de lesión. Todo lo anterior se hace con el fin de fomentar los conocimientos y capacidades de sus hijos para que tengan más opciones a posteriori. Al igual que algunos progenitores buscan localizar las destrezas, los más pobres sólo desean que sus vástagos sean capaces de sobrevivir.

A pesar de sus esfuerzos por hacer a los pequeños más fuertes y habilidosos, también muchos persiguen el desarrollo de la prudencia y la moralidad de sus críos, obligándoles incluso a comenzar una formación religiosa o ayudando con tareas a la comunidad. Vemos pues, que a los padres se les concede un amplio margen de libertad con el objetivo de buscar lo mejor. El problema de la sociedad es esa presunción a favor de no interferir en la tarea de los padres. Un ejemplo es el derecho de la Antigua Orden Amish de restringir la escolarización de sus hijos a los 14 años en lugar de los 16 exigidos por la ley estatal, cuyo fin es proseguir y centrarse en las prácticas religiosas. ¿De verdad es lo más bueno para el niño? ¿O es lo que los padres consideran lo mejor para ellos de sentirse orgullosos del pequeño?
La sociedad prohíbe daños que son el resultado de malicia o negligencia incluso reservándose el derecho de quitar a los padres la custodia si es necesario. A pesar del amplio margen de libertad concedido a los padres, los niños no son una propiedad de la que los padres puedan disponer a su antojo.


FACTORES AMBIENTALES <<VERSUS>> GENÉTICOS

Si la libertad de los padres por conseguir lo mejor  a sus hijos no está mal vista, el autor opina que tampoco tendría por qué tener límite a nivel genético. Se supone que los adultos intentan sacar lo mejor de sus niños desarrollando su potencial; en contraste la intervención genética tiene el mismo objetivo, pero muchos ven que que al hacerlos diferentes cambian el cómo habrían poder sido sin alterarlos. La cuestión que se debate no es el objetivo, ya que ambas cosas se hacen por el bien de los hijos, sino la manera de hacerlo.
El contraste se produce entre el fenotipo (educación, ambiente que les rodea) y el genotipo (estructura interna de la persona). En ambos casos se busca cambiar al crío. Sin embargo, algunos lo ven como que la intervención genotípica modifica la esencia del individuo y sus características, mientras que las intervenciones ambientales sólo modifican rasgos accidentales.
Un argumento que desbanca el anterior es el uso de vacunas, que cambian parte de la configuración genética del niño para su mejora. ¿No sería lo mismo la eugenesia? Hay una ironía cuando se le concede a los padres todo el margen de libertad medioambiental, pero no genotípica. ¿Cuál es realmente la diferencia?


QUÉ ES LO MEJOR Y QUIÉN LO DECIDE

Si la eugenesia pudiese ser practicada, tendríamos dudas sobre qué es lo mejor y quién lo decidiría. Para ello se harían distinciones morales entre acciones necesarias, deseables y admisibles, mala y admisibles, e inadmisibles.
Esta distinción moral entre acciones adquiere tres posturas:
- La exigencia moral de que los padres u tras personas intenten producir los mejores niños posibles, aunque nadie se lo exige. Pueden dar peso a sus propios intereses más que a los del niño.
- Lo moralmente bueno sería que los padres usen diversos medios para intentar producir los mejores hijos posibles. Beneficiarlos es al menos una razón moral buena y deseable. No obstante, los esfuerzos podrían fallar y el intento de beneficiarlos podría ponerlos en peor situación.
- Dentro de la legítima autoridad de los padres está el tener y criar a sus hijos al usar al menos alguna forma de intervención genética para intentar mejorarlos. Algunas mejoras genéticas serían malas, pero que aún así están dentro de dicha autoridad.
El autor plantea si es moralmente bueno o deseable utilizar las intervenciones genéticas para mejorar a los niños, manteniendo iguales las otras circunstancias, de la misma forma que las intervenciones ambientales, tales como intentar darles la mejor educación posible, si se consideran a menudo moralmente buenas o deseables. Y, en segundo lugar, si es moralmente admisible que los padres la usen porque el hacerlo esté dentro de su autoridad legítima de tener y criar a sus hijos.


EN BUSCA DE LO MEJOR PARA LOS NIÑOS

En busca de lo mejor para los hijos no significa que sus progenitores deban actuar y criarlos por la sociedad. La intervención genética que pretende ser para bien o beneficio de los niños sometidos a ella, no es para el bien o beneficio de otros. Por ejemplo, en Un Mundo Feliz se creaba deliberadamente a las personas con capacidades gravemente limitadas, pero también con expectativas que los condujesen a estar satisfechos con esas capacidades, a pesar de las limitaciones. También esto ocurre si se cria a un niño en una familia que tiene una premisa establecida como buena; ésta en consecuencia, cuando el pequeño crezca, será buena para él. El fin de esto es iniciar a los niños en un grupo.

Otra dificultad es que las personas normalmente tienen fuertes motivos para encontrar formas de considerarse positivamente a sí mismas. Los padres pueden querer que sus hijos desarrollen ciertas capacidades como hicieron ellos en su momento y hacen lo que esté en sus manos para que los pequeños sigan sus pies (o alcancen una posición superior en su futuro). Ocurre lo mismo con la noción de autodeterminación individual: crian a los niños en la infancia para que adquieran unos valores como los de sus progenitores con los que tomarán decisiones posteriores. Se persigue aportarle al futuro adulto un conjunto de valores, pero el respaldo de estos consiste en modelar su carácter, algo injustificable por mucho paternalismo que se le quiera atribuir.
No es válido que se acepte cambiar así a una persona con el pretexto de que es por su bien, pero luego por otras formas que le podrían beneficiar no se acepten. Cuando hay una pérdida de cierta capacidad se considera un daño para la persona, como la pérdida de oído. Sin embargo, grupos a favor de los derechos de los discapacitados obligan al público a reconocer las habilidades que poseen. No se deben rechazar, efectivamente; no obstante, si se puede evitar será mejor ya que disminuye los planes de vida en una sociedad con unos valores y capacidades tan stándar.
Hay unos medios de propósito general que pueden marcar la diferencia entre un daño personal por desaparecer cierta característica frente a no poseer una característica con la que un ser humano viviría mejor. Las mejoras de muchas capacidades es algo muy verosímil ya que algunas intervenciones genéticas resultan problemáticas o controvertidas, mientras que en caso de enfermedad son éticamente indiscutibles. Sólo es comprensible al cien por cien la intervención para tratar una enfermedad que resulte perjudicial al individuo.
Vemos pues, que el grado de neutralidad está limitado por la preocupación de que algunos utilizasen estos cambios genéticos para cierta concepción particular de la buena vida que los padres tengan.


EL DERECHO A UN FUTURO ABIERTO Y LOS LÍMITES A LA CONSECUCIÓN DE LO MEJOR

Se vería mal que los padres cerrasen las puertas de la oportunidad a sus descendientes y les impusiesen una concepción particular de la buena vida. No tiene por qué estar mal visto que un padre interviniese en las mejoras genéticas del pequeño al igual que ya se está haciendo en su ambiente de desarrollo. Todo sea por el futuro de bienestar del niño. Además, dejando de lado la autonomía, siempre será mejor el futuro que una persona pueda escoger por sí misma, pero cuanto más amplio sea su campo de elección gracias a sus capacidades, mucho mejor.

Perto existen unos límites a la consecución de lo mejor como la naturaleza de las intervenciones que se pueden justificar o la duda de sobre quién podría iniciar dichas intervenciones. La ley a menudo concede discrecionalidad a la hora de educar a unos hijos. No obstante, estos niños no son objetos, sino individuos con derechos fundamentales, morales y propios que deben ser respetados.
En "Un mundo feliz" es el estado el que desempeña el papel de decidir lo mejor para los pequeños. La preocupación nace de la idea de qué tipo de niños sería mejor para la sociedad, esto es, pasa de haber una perspectiva individual a una social. Por ejemplo, ha un gen que meneja la conducta violenta; si se decidiese eliminarlo sería en beneficio de la sociedad en general, con el fin de proteger a los otros ciudadanos. Si el Estado actuase de esta forma, se pondrían en riesgo los derechos individuales de la democracia liberal.
La mayoría acepta la exigencia estatal de que los padres proporcionen seguro médico, tanto de enfermedades graves como preventivo. También se intenta beneficiar al individuo mediante un nivel mínimo de educación y sería justificable para su futuro bienestar o uso del crío. La neutralidad esperada del estado es mayor que por parte de los padres.


PLURALISMO Y LIBERALISMO


Los individuos no solo se contraponen con el estado y buscan alcanzar objetivos individuales. Crean asociaciones unidas por puntos de vista compartidos por los que producen objetivos comunitarios. En la mayoría de los casos, estas comunidades están unidas por sus creencias. Si existiese un "mercado genético" podrían establecer vínculos que descansasen en algo más que en sus prácticas. Al modelar genéticamente a sus descendientes podrían facilitar la consecución de unos mismos ideales y objetivos de buena vida, lo que resultaría aparentemente algo idóneo.
No obstante, es una amenaza al fundamento de la cooperación política, ya que existe una posibilidad de que las personas llegasen a considerarse diferentes de forma todavía más radical que hoy en día. No existirían sólo diferencias ideológicas, sino también físicas que haría que el grupo estuviese más unido y a la vez, más enfrentado a los otros.
A parte, las libertades individuales se verían más acotadas dentro de un grupo, aunque existiese la libertad de cambiar tales valores o creencias.

Todo padre quiere que su hijo salga comedido, juicioso e ingenioso, o quizás con otras virtudes. Al principio se creía que los objetivos principales de la eugenesia era la producción de sociedades moralmente mejores y socialmente más eficaces: manipulando genéticamente se mejoraría la distribución de las virtudes en una sociedad. Tenían en mente que los ragos más deseables los tenían las personas gobernantes y existosas (de ahí se explicaba que triunfasen tanto). Esto no se ha visto refutado, ya que el CI se usa a menudo para explicar la diferencia de éxito entre distintos grupos.
Deberíamos recelar cualquier intervención genética que constituyese una condición necesaria para poseer cierta virtud para tener una descendencia moralmente mejor. Pero que se potencie una virtud, no significa que el individuo esté marcado para cumplirla en un futuro, ya que será libre y no es una simple cuestión reduccionista.

RESTRICCIONES A LOS PERMISOS CONCEDIDOS A LOS PADRES

Respetando tanto el pluralismo como la autonomía podemos dar paso a intentar dejar que los padres escojan lo que más les podría convenir a sus hijos de cara al futuro mediante medios genéticos y ambientales. Pero buscar una ventaja basada en la competencia entre individuos sería contraproducente, pues sería permitir sólo mejoras en quienes tuviesen ciertos medios.

Las mejoras, los problemas de coordinación y los daños inflingidos a terceros son otro tema a tratar. En la práctica actual la ley permite que se aborte si el feto tiene enfermedades o puede tener daños hereditarios. En algunos casos, este hecho va ligado a los caracteres sexuales, por lo que se querría evitar en ocasiones el sexo de el futuro hijo. La probabilidad de transmisión hace que se seleccionen varones o mujeres, pero no señala a la aceptación de un prejuicio general hacia un género u otro. 

Sin embargo, en la India se hacen escáneres para conocer el sexo del bebé  con el fin de poder evitar tener niñas. Los niños son más importantes ya que son los únicos que pueden poseer terrenos en ese país y resultan más útiles a la familia. Así, se crea una desproporción cuyas consecuencias sociales imponen considerables objeciones a la multitud de hombres en exceso.
Otro ejemplo es la decisión de querer crecer quince centímetros de estatura. Si todo el mundo pudiese hacerlo, al final acabaría habiendo desequilibrios en el mercado y continuaríamos con la misma diferencia entre altos y pequeños. La ventaja competitiva de la estatura adicional es inconsistente (además de suponer ciertos gastos).

Suponiendo que se pudiese aumentar el rendimiento intelectual de todos en ciertas áreas, no supondría una competencia y la sociedad estaría en mejor situación debido a las capacidades de todos. Estas consideraciones sugieren que no tienen fundamento las prohibiciones drásticas que afectan indiscriminadamente a todas estas categorías. La cuestión política es cómo establecer limitaciones razonables en aquellos casos en los que los prejuicios son tan grandes que merecen la pena restringirlos.


MEJORAS Y EQUIDAD

Los problemas de coordinación descritos antes surgen si todos intentan mejorar ciertos rasgos que confieren ventaja competitiva. Pero si la tecnología para alcanzar lo mejor no está disponible para todos, no se presentarán estos problemas de coordinación. En ese caso, surgen cuestiones de equidad, especialmente respecto a los rasgos posicionales que confieren ventajas competitivas. Hay que ver siempre los efectos contraproducentes y seguir un objetivo limitado del cuidado sanitario, manteniendo el funcionamiento normal. Serán competidores normales aquellos cuyas oportunidades se vean disminuidas por la enfermedad. Así pues, los sanos no experimentan un sentimiento de pérdida cuando cesan las ventajas competitivas sobre los discapacitados.

El segundo factor clave es la estructura de la desigualdad en el acceso a los beneficios. Así, los los pobres podrían quejarse de que se les está dejando atrás. Sumar además, la importancia o grado de beneficio que es algo crucial. Si un tratamiento tiene solo un modesto efecto en la restauración del funcionamiento normal, es menos censurable que esté al servicio de los grupos más ricos pero no de la mayoría restante que si tiene importantes consecuencias sobre la salud. Si la ventaja es decisiva, la gente puede presentar objeciones más graves desde el punto de vista de equidad, a diferencia se que fuese proporcionada dicha ventaja por una mejora marginal.

LA INCERTIDUMBRE Y LOS RIESGOS DE INTENTAR CONSEGUIR LO MEJOR


Los científicos intentan mejorar enfermedades mediante una intervención de un vehículo preciso que pueda intentar modificar un gen por influencia de alguna vitamina. No obstante, podrían surgir muchas consecuencias genéticas inesperadas, ya que los riesgos son altos y no se sabe bien cómo afecta a todo el organismo. Podría incluso destruir nuestro ADN. En segundo lugar, los errores producidos en las intervenciones de somáticas dañan sólo al individuo; sin embargo, en línea germinal, las mutaciones y alteraciones podrían transmitirse a generaciones futuras. En tercer caso, las actuales capacidades se centran en la corrección de defectos catastróficos causados por el mal funcionamiento de un único gen. En consecuencia, quizá valga la pena asumir los riesgos ante ciertas enfermedades letales. Habría una evaluación de los riesgos y beneficios, a pesar de que en el peor de los casos lo que podría ocurrir sería la no intervención médica en un organismo dañado.

En cuarto lugar, es posible que la alteración de un gen influya en muchos otros (ya que los genes están a menudo interconectados) al intentar curar una enfermedad, de forma que no se sabría muy bien el posible resultado en nuestro cuerpo. En quinto lugar, están las especiales incertidumbres que rodean la capacidad de integrar las mejoras en una función compuesta, de forma que el funcionamiento general mejore realmente en lugar de resultar dañado. En sexto lugar, la única forma de eliminar fuentes de incertidumbre sobre los riesgos sería experimentando en seres humanos, pero algunos no se llevan a cabo por cuestiones éticas.

Sin embargo, de todo lo anterior no se deduce que debiese haber prohibiciones permanentes a las intervenciones o mejoras en línea germinal. El argumento de que la razón riesgo/beneficio es generalmente más problemática en lo que respecta a las mejoras que a los tratamientos de la enfermedad tiene cierta verosimilitud. Aun así, no es aceptable la conclusión drástica de que ninguna mejora fuera justificable. Si los individuos valoran enormemente alguna mejora, quizá estén dispuestos a asumir riesgos significativos para producirla en sí mismos o incluso en sus hijos.
Quizá sea posible producir grandes beneficios para los individuos e incluso para la sociedad en general. Podría llegar a considerarse obligatorio que la sociedad pusiese algunas mejoras al servicio de todos, al igual que algunos tratamientos. Sumar pues que la extrema cautela es la única recomendación aceptable.



CONCLUSIÓN

La distinción entre tratamiento de la enfermedad y la discapacidad, y la mejora de rasgos no nos proporciona un claro límite moral entre lo que estamos obligados a hacer por las personas y lo que quizá sea moralmente admisible. Quizá no exista obligación de proporcionar tales tratamientos, y algunas mejoras podrían ser obligatorias. También hemos sostenido que el límite entre el tratamiento y la mejora ofrece una delimitación convincente y utilizable para afirmar cuáles son las obligaciones fundamentales de la sociedad al garantizar la existencia sanitaria. Sumarle a esto que al considerar el uso de las tecnologías genéticas para procurar la mejora de rasgos deberían desplegarse ciertas banderas de advertencia moral.

Los padres tienen bastante libertad en lo que respecta a sus hijos. Su intento pretende influir en el fenotipo para conferirles ventajas competitivas. No hay razón para objetar el uso también de influencias genéticas con tal de procurarles ventajas. Sí encontramos que es razonable restringir algunos esfuerzos para conseguir una ventaja. En algunos casos, suscitan objeciones de equidad y en otros, el riesgo es inaceptable. Pero vemos, que no hay que tenerle miedo a esta nueva ciencia que aún está experimentándose, pues su único fin es buscar un mayor bienestar en la vida del ser humano.



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Véase también:

Acerca de la eugenesia positiva y negativa

Nuestro futuro farmacológicamente alienado: una breve reflexión 

 Una puesta al día de la manipulación genética

 Selección artificial: analizando "Gattaca"

Una mirada psicológica al miedo a la eugenesia